Tocó madrugar, y aunque reniego, resulta que todos los sábados, fas nefas, es lo habitual. Pero esta vez con la ilusión del chiquillo que va a conocer a aquellos primos, por fin, de los que tanto te habla el abuelo en esa sacrosanta hora de la merienda, su momento estelar, que no están los papás.
Pues eso. Así que como un resorte salto de la cama, la máquina de fotos, batería cargada ávida de tanto bueno por plasmar, el imprescindible móvil, y el par de botellitas que suspiraba por compartir con esos amigos de los que desconociendo su cara, la fachada, tenían tanto de mí por sus adentros.
El ambiente del autobús, qué risas, ver como el camino va salpicándose primero, saturando después, la alegría de las áreas de servicio, miles con “mi reino por un bocata” o ser “el primer” para el pis.
Las dos. Ya hemos llegado. Y nos sueltan en Colón. Espectacular. Y aun no ha empezado esto.
El corazón se acelera. – “¿Comemos?”- . Acepto la cerveza, pero es que he quedado con unos amigos - les digo -.
Llego a Riofrío. Está infestado, las ventanas de rojo y amarillo, la calle amarilla y roja, grupos aquí y allá, asfalto y gente primero, gente y asfalto después, sólo gente, sólo banderas, sólo España...
Ensimismado en esto, y en el sandwich a precio de beluga, se me acerca un barbado. –De LD?-. Sí, sonrío. -¿Soy crevill, y tú?-. Nos abrazamos, hablamos un rato, y aunque el aire juguetón lanzó su gorra un par de veces, el ambiente empezaba a cargarse de emociones. De repente unas gafas con bigote en grande humanidad, que se me viene, en un kit manifa impecable: Gonzalo, cooooooñññooo, esquión, un abrazo. Y en esas estamos, que se nos acerca un señor con mochila verde, implorando que vaciemos el tonelaje que soportan sus espaldas. Afrikane es un poco exagerado, y aunque con buen saque, y vive Dios que no paré, no sé que hambres esperaba para acabar con todo aquello. El seto se convierte en un mostrador de mantequerías, que si el cabrales, que si el afuegalpitu, o la sidrina, o mis botellitas de Hoya de Cadenas, pastas, las risas... y me acordé de Albaclar, y le dimos gusa, y a su Andrés, y que nos llama el Seafire, y que nos llega Natina, y que un señor con barbas nos presenta a su mujer. Encantado, señora de kilpot. Y venga la sidra, y dale al vino, y corta choricito picante de León... y ya por la coña, que pedimos pollo, porque no lo vemos entre tantas telas que se nos vienen, y digo yo que puestos en meriendas, como que habría pasado a mejor vida también.
Pues eso. Así que como un resorte salto de la cama, la máquina de fotos, batería cargada ávida de tanto bueno por plasmar, el imprescindible móvil, y el par de botellitas que suspiraba por compartir con esos amigos de los que desconociendo su cara, la fachada, tenían tanto de mí por sus adentros.
El ambiente del autobús, qué risas, ver como el camino va salpicándose primero, saturando después, la alegría de las áreas de servicio, miles con “mi reino por un bocata” o ser “el primer” para el pis.
Las dos. Ya hemos llegado. Y nos sueltan en Colón. Espectacular. Y aun no ha empezado esto.
El corazón se acelera. – “¿Comemos?”- . Acepto la cerveza, pero es que he quedado con unos amigos - les digo -.
Llego a Riofrío. Está infestado, las ventanas de rojo y amarillo, la calle amarilla y roja, grupos aquí y allá, asfalto y gente primero, gente y asfalto después, sólo gente, sólo banderas, sólo España...
Ensimismado en esto, y en el sandwich a precio de beluga, se me acerca un barbado. –De LD?-. Sí, sonrío. -¿Soy crevill, y tú?-. Nos abrazamos, hablamos un rato, y aunque el aire juguetón lanzó su gorra un par de veces, el ambiente empezaba a cargarse de emociones. De repente unas gafas con bigote en grande humanidad, que se me viene, en un kit manifa impecable: Gonzalo, cooooooñññooo, esquión, un abrazo. Y en esas estamos, que se nos acerca un señor con mochila verde, implorando que vaciemos el tonelaje que soportan sus espaldas. Afrikane es un poco exagerado, y aunque con buen saque, y vive Dios que no paré, no sé que hambres esperaba para acabar con todo aquello. El seto se convierte en un mostrador de mantequerías, que si el cabrales, que si el afuegalpitu, o la sidrina, o mis botellitas de Hoya de Cadenas, pastas, las risas... y me acordé de Albaclar, y le dimos gusa, y a su Andrés, y que nos llama el Seafire, y que nos llega Natina, y que un señor con barbas nos presenta a su mujer. Encantado, señora de kilpot. Y venga la sidra, y dale al vino, y corta choricito picante de León... y ya por la coña, que pedimos pollo, porque no lo vemos entre tantas telas que se nos vienen, y digo yo que puestos en meriendas, como que habría pasado a mejor vida también.
Manifabotellón. Nuevos conceptos para viejas amistades de recién conocidos. “De dónde sois, qué bien os lo montáis”. – Somos, valencianos, vascos, asturianos, maños, incluso hay, fíjate, madrileños. Españoles, o sea - . Y así.
Ese viento puñetero, esas banderas, miles de banderas, ese mar amarillo y rojo ante la vista, ese grito de unidad de tantos, de orgullo, de lágrimas...
Un abrazo, amigos.