viernes, octubre 27, 2006

VERSO AFLIGIDO

Ni yelmo, ni adarga, ni arnés.
De los duelos que aquí ves,
es la herida que me amarga
de la cabeza hasta los pies.
Y por más que quiero olvidarla,
ni arnés, ni yelmo, ni adarga.
Las saetas que me agreden
vienen de mis almenares;
muerte cruel, llamada amiga.
¡Malditos los de la ballesta!
¡Mueran los alabarderos!
Los peores enemigos
no te disparan de lejos.
Juraste guardar las tierras.
Perjuraste y lo lamento.
Traicionaste a los tuyos.
Te volviste con las armas.
Yo me veo protegido
de rodela, casco y coraza,
pero es que es tanta tu añagaza,
tan mendaz tu felonía,
que no es posible la porfía
si es tan cruel lo que amenazas.
Muero de tus heridas, pues.
Si fuiste tan traicionero
ni yelmo, ni adarga, ni arnés.

Ni un adarme, ni un ardite.
Que apostando tal envite
no es posible hacer fortuna.
Que es el penco un majadero…
Que vendería a su madre…
Que todo con tal que cuadre
el balance de su caja…
Estas letras muy sentidas
van dirigidas al penco,
que jamás vieron los tiempos
tanto acopio de perfidia.
La traición del general,
del que lleva la bandera,
humilla a España entera,
no se puede soportar.
Maldito seas Rodríguez,
entre canallas canalla,
¿Qué podrías tú vender
por poca que fuera la paga?

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