OMAR

He estado hablando con Omar, veinte años. Es alumno mío, en la academia, que está haciendo un curso de marketing. Hace apenas unos meses que llegó a reunirse con su madre y su hermano, que están aquí desde hace 3 años. La historia de tantos buscándose un futuro mejor, huyendo de donde no tienen ninguna oportunidad, tragedia de quien tiene que abandonar su familia, sus amigos, sus raíces, atravesar el charco, y enfrentarse a lo desconocido, a otras costumbres, a otra gente, por más que hablemos el mismo idioma, que Omar es cubano.
Viene con un título de formación en electrónica, en sonido, aunque seguramente acabará de peón, descargando camiones, en alguna obra, lo que sea, lo que salga…
¿Valió la pena la Revolución, Omar?. Era indigno que tu amada Cuba no fuera más que el Casino de los yanquis, cierto. ¿Qué es ahora, Omar? ¿Algo más que la meca del turismo sexual europeo? ¿Fidel, para qué, para cambiar un Casino por un prostíbulo?.
“Los salarios son bajos y todo está muy caro” me cuenta. Imagina el dinero de los cubanos de Florida en la Habana, las iniciativas empresariales de allá, los puestos de trabajo de allá, aquí. Mantener el poder a costa de perseguir disidentes, en vez de concentrar esos esfuerzos en mejorar la sociedad a la que se supone que sirve, sin hacer rapiña. Cambiasteis Batista por la bota de Fidel. Se te ve muy contento Omar. O no.