No quisiera entrar en el relato de unos hechos que prefiero olvidar. Los pueblos, por mera higiene, tienden a orillar aquellas páginas de su historia especialmente dolorosas. Quede para los estudiosos, pero no nos empeñemos en el chapoteo en aquellos lodos tan desgraciados para todos.
Esa insistencia en la memoria histórica, histérica, revela enfermedad. Supuestas facturas pendientes de hace… setenta años.
Y no se trata, ya lo dije en sus momento aquí mismo, en punto liberal, tanto de intentar ganar, a buenas horas mangas verdes, las batallas entonces perdidas, cuanto de fidelizar las huestes supuestamente propias.
Algo así como “somos los herederos de los buenos. En cambio ellos son los nietos de los malos. Hagamos lo que hagamos, por ser quienes somos, olerá a agua bendita. Hagan lo que hagan, malditos fascistas, su origen les delata. Síguenos, compañero, que somos los tuyos”.
O algo así.
Y funciona.
La suprema incongruencia: los del progreso, mirando hacia atrás. “No se nos juzgue por nuestros actos, sino por nuestro origen”. Éste es el mensaje.
Aquello pasó. Se juntaron las circunstancias ideológicas, una situación social injusta, y una clase política irresponsable que en vez de procurar por el bienestar de los administrados se preocupó de pescar en río revuelto, hostigando a sectores enteros de la sociedad que no vieron otra salida cuando fueron arrinconados. Aquellos fueron años convulsos, y se escribieron páginas lo bastante sonrojantes como para que intentáramos olvidarlas. Pero los que no saben velar por el futuro de todos, no encuentran mayor justificación para su presente que escarbar en el pasado.
Sólo así, desde este simplismo, puede tener explicación que un país pase por donde pasa éste.
En fin.
Esa insistencia en la memoria histórica, histérica, revela enfermedad. Supuestas facturas pendientes de hace… setenta años.
Y no se trata, ya lo dije en sus momento aquí mismo, en punto liberal, tanto de intentar ganar, a buenas horas mangas verdes, las batallas entonces perdidas, cuanto de fidelizar las huestes supuestamente propias.
Algo así como “somos los herederos de los buenos. En cambio ellos son los nietos de los malos. Hagamos lo que hagamos, por ser quienes somos, olerá a agua bendita. Hagan lo que hagan, malditos fascistas, su origen les delata. Síguenos, compañero, que somos los tuyos”.
O algo así.
Y funciona.
La suprema incongruencia: los del progreso, mirando hacia atrás. “No se nos juzgue por nuestros actos, sino por nuestro origen”. Éste es el mensaje.
Aquello pasó. Se juntaron las circunstancias ideológicas, una situación social injusta, y una clase política irresponsable que en vez de procurar por el bienestar de los administrados se preocupó de pescar en río revuelto, hostigando a sectores enteros de la sociedad que no vieron otra salida cuando fueron arrinconados. Aquellos fueron años convulsos, y se escribieron páginas lo bastante sonrojantes como para que intentáramos olvidarlas. Pero los que no saben velar por el futuro de todos, no encuentran mayor justificación para su presente que escarbar en el pasado.
Sólo así, desde este simplismo, puede tener explicación que un país pase por donde pasa éste.
En fin.
1 comentario:
Te ha tocado. Has sido elegido para colaborar en la elaboración de una dietasana para de Juana KOs...
Un beso, Santi
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