martes, diciembre 11, 2007

A LOS MIOS:

Sabed que no soy amigo de blondas ni oropeles, y que llegadas estas fechas del abrazo fraterno, a fuer de repetido porque Cronos es inmisericorde, uno llega a conclusiones poco navideñas, palabra con la que precisamente definimos el buenismo tontorrón que se nos pone en la faz por la sola caída de la hoja del calendario.

Y es que basta rascar un poco para que aparezca en toda su crudeza la falsedad, el cartón piedra, la falta de sinceridad, la sola pose.

Pero siendo fechas de reencuentros, de la escena de El Almendro volviendo a casa por Navidad, de burbujas, de uvas, de campanadas, de urbi et orbe, y de exceso voluptuoso por la cosa del yantar (que esto sí que sí, que me pierdo) y de la libación de todo lo que haya en el botellero (y si lo otro me pierde, a esto no menos afición), a uno se le pone como cara de felicidad, por más que piense que muchas veces es que el alcohol embota y nos hace olvidar, que no reparamos, en el desastroso agujero que tanto jolgorio provocará en la cuenta cuando llegue la penosa cuesta que de enero llaman...


Pero vamos a intentarlo, a ver qué sale:

Caminando por las trochas de cobre alfombradas
todo nos anuncia quietud, que no es muerte sino vida
que el letargo es el impulso natural que en estampida
rebosará nuestros sentidos en llegar la primavera

Tiempos llegan que invitan al refugio, olor a leña,
a la charla confidente del amigo que acompaña,
al trasiego de los vinos en que ahogamos nuestras penas,
a los brindis por aquéllos que emprendieron ya su Viaje

Y a proyectos, a promesas, a ilusiones, que son horas
de mirar por los adentros, de encontrar, por fin, la almendra,
decir eureka, seguir a meta, apurar el vaso, gozar la vida...
dar a los amigos el abrazo, y el beso agradecido del amante.


Abrazo.

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